lunes, 14 de noviembre de 2016

Una tarde de desilusiones.




Hace mucho tiempo, cuando tenía seis años, mi familia y yo nos fuimos al centro comercial a comprar ropa. No quería nada, sólo ir a los juegos.
                Cuando llegamos estaba aburrido porque no quería comprar ropa. Mi mamá se dio cuenta y me dijo:
                ¿Por qué estás triste?
                Porque quiero jugar.
Bueno, cuando terminemos nos vamos a los juegos.
                Me sentí tan feliz que esperé todo el tiempo y más tarde mi mamá me dijo: “ya que terminamos, vamos a los juegos”.
Estábamos por llegar y sentí ganas de ir al baño. Decidí ir sin  decirle a nadie y cuando volví ya no los encontré. Estaba a punto de llorar, no porque no había nadie, sino porque no pude ir a jugar. Me quedé sentado casi 15 minutos en el mismo lugar, hasta que una empleada me preguntó:
                ¿Te perdiste?
                le dije llorando.
                Vení, te ayudo a encontrarlos.
                 Entonces me llevó a la seguridad del shopping. Cuando llegué me hicieron preguntas para ayudarme, después con el micrófono llamaron a mis padres y ellos llegaron al instante. Estaba feliz y finalmente pude ir a los juegos.

Giovany Marulanda 2D

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