miércoles, 2 de noviembre de 2016

La poción mágica.


Mi hermana y mi cuñado vivían en Madrid con su hija Valentina. Una noche tuvieron un terrible accidente y mi sobrina Valentina quedó a mi cargo. Con tan solo 11 años tuvo que sufrir la muerte de sus padres y a los pocos días le descubrieron cáncer, lo que fue muy duro de aceptar.
Después de dos años seguidos de pruebas diagnósticas, en las que parecía que iba todo bien, Valentina empeoró y el cáncer se apoderó de todo su cuerpo.
La peor parte ocurrió de noche en la segunda habitación de mi departamento. Le empezó a faltar el aire y llamé a la ambulancia lo más rápido que pude. Lamentablemente tenían una demora de 20 minutos, así que la cargué en el auto y fuimos al hospital.
Cuando llegamos la pusieron en una camilla y la llevaron directamente al quirófano, la tuvieron de 10 a 15 minutos aproximadamente, salió uno de los médicos buscándome con la mirada y me dijo:
―Lo lamento, el cáncer está demasiado avanzado, no hay nada que nosotros podamos hacer ―me miró con tristeza.
―¿No hay ninguna solución? ―le pregunté.
―Sí, pero es demasiado arriesgado.
―Dígame, haré lo que sea necesario.
―Hay un brujo, él tiene pociones mágicas, está fuera de la ciudad.
―Explíqueme cómo llegar, por favor.
Luego de que me explicó el camino salí rápidamente hacia mi auto, llegué hasta una estación de servicio y cargué gasolina. Manejé por 4 horas y encontré la cueva del brujo.
Cuando llegué, le conté la situación por la que estaba pasando; lo dudó por un momento, pero finalmente lo convencí después de tanta súplica.
Cuando me lo dio, me dijo que tuviera precaución de que no le toque la piel porque podría causar un efecto contrario. Le di las gracias y me fui rápido para darle la poción en el hospital a mi sobrina.
Viajé otras 4 horas, llegué al hospital y empecé a buscar al doctor que me había atendido, ya que él era el único que me había contado sobre el brujo. Lo busqué, lo busqué y lo busqué y no lo encontraba, hasta que le pregunté a otro doctor si estaba y me dijo que llegaría en dos horas, así que lo esperé en el pasillo. Cuando pasaron las dos horas, llegó el doctor y fuimos a la habitación donde estaba Valentina. Le dio la poción, pero no hacía efecto. Estuvimos muy preocupados hasta que recordé que el brujo me había dicho que debían pasar 30 minutos para que haga efecto. El doctor la llevó para hacerle unos estudios y mágicamente se fue recuperando.

Ludmila Argüello y Micaela Benavidez. Tercero C.

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