Mi hermana y mi cuñado
vivían en Madrid con su hija Valentina. Una noche tuvieron un
terrible accidente y mi sobrina Valentina quedó a mi cargo. Con tan
solo 11 años tuvo que sufrir la muerte de sus padres y a los pocos
días le descubrieron cáncer, lo que fue muy duro de aceptar.
Después de dos años
seguidos de pruebas diagnósticas, en las que parecía que iba todo
bien, Valentina empeoró y el cáncer se apoderó de todo su cuerpo.
La peor parte ocurrió
de noche en la segunda habitación de mi departamento. Le empezó a
faltar el aire y llamé a la ambulancia lo más rápido que pude.
Lamentablemente tenían una demora de 20 minutos, así que la cargué
en el auto y fuimos al hospital.
Cuando llegamos la
pusieron en una camilla y la llevaron directamente al quirófano, la
tuvieron de 10 a 15 minutos aproximadamente, salió uno de los
médicos buscándome con la mirada y me dijo:
―Lo lamento, el
cáncer está demasiado avanzado, no hay nada que nosotros podamos
hacer ―me miró con tristeza.
―¿No hay ninguna
solución? ―le pregunté.
―Sí, pero es
demasiado arriesgado.
―Dígame, haré lo
que sea necesario.
―Hay un brujo, él
tiene pociones mágicas, está fuera de la ciudad.
―Explíqueme cómo
llegar, por favor.
Luego de que me
explicó el camino salí rápidamente hacia mi auto, llegué hasta
una estación de servicio y cargué gasolina. Manejé por 4 horas y
encontré la cueva del brujo.
Cuando llegué, le
conté la situación por la que estaba pasando; lo dudó por un
momento, pero finalmente lo convencí después de tanta súplica.
Cuando me lo dio, me
dijo que tuviera precaución de que no le toque la piel porque podría
causar un efecto contrario. Le di las gracias y me fui rápido para
darle la poción en el hospital a mi sobrina.
Viajé otras 4 horas,
llegué al hospital y empecé a buscar al doctor que me había
atendido, ya que él era el único que me había contado sobre el
brujo. Lo busqué, lo busqué y lo busqué y no lo encontraba, hasta
que le pregunté a otro doctor si estaba y me dijo que llegaría en
dos horas, así que lo esperé en el pasillo. Cuando pasaron las dos
horas, llegó el doctor y fuimos a la habitación donde estaba
Valentina. Le dio la poción, pero no hacía efecto. Estuvimos muy
preocupados hasta que recordé que el brujo me había dicho que
debían pasar 30 minutos para que haga efecto. El doctor la llevó
para hacerle unos estudios y mágicamente se fue recuperando.
Ludmila Argüello y
Micaela Benavidez. Tercero C.
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