Un
día por la tarde mí hermana, Ayelén, y yo estábamos tomando el té con criollos
en la mesa de la cocina. Debajo estaba la perrita de mi madre que me mordía los
talones. Más tarde, cuando me cansé de que estuviera mordiéndome le pegué una
patadita en la panza. Después le dije a mi mamá:
―Mami,
sacá la perra que me muerde muy fuerte.
―Estoy
ocupada, hacelo vos ―contestó ella.
―¡Ah!
Dale, Camila, sacala porque a mí también me está mordiendo ―dijo mi hermana.
Luego,
cuando fui al baño, la perra me siguió.
Entró al baño conmigo y yo no me di cuenta de que estaba allí.
―¡Ahhhh!
―grité asustada.
―¿Qué
te pasó? ―me preguntó mi mamá desesperada.
―Nada,
es que está la Kiara en el baño
conmigo y no me di cuenta ―le
contesté.
―¡Ah,
bueno! No es nada malo, yo pensé que te había pasado algo ―dijo ella.
―Bueno,
mami, pero tomá, agarrá la perra y sacala al patio que se está tirando unos
gases tremendos ―dije yo.
―¡Oh,
no! Hace mucho frío afuera para sacarla ―me contestó.
―Sacala
porque después no querés limpiar la caca y el pis, yo no lo voy hacer por vos
―le dije.
―¡Oh!
Bueno, nena, dámela que la saco ―contestó ella.
Cuando
salí del baño me encontré a mi mamá poniéndole una remera suya a la perra para
sacarla afuera. Yo me moría de la risa con mi hermana al ver cómo le quedaba la
remera a la perra.
―¡Ay!
Mami, sacale eso que le queda muy grande ―le dijo mi hermana.
―No,
no quiero, mirá si se enferma la perra por tu culpa ―le contestó mi mamá.
―Dale,
mami, sacala afuera ―le dije yo mientras le abría la puerta.
Después,
más a la tardecita, le hice una casita en el patio para que duerma, le puse
algunas colchitas viejas que tenía guardadas, el plato para la comida y una
jarrita para el agua. Ella entró a la casita, se acostó y de a poquito se fue
durmiendo. Cuando entré a mi casa le dije a mi mamá:
―¡Mirá
cómo duerme ese angelito!
Ella
la miraba con cara de tristeza al verla
dormir tan feliz. Yo no sabía qué hacer.
―¡Bueno!
Dejala ahí que está muy bien ―dijo ella.
―Entonces
va a dormir ahí toda la noche ―dijo Ayelén.
Mi
mamá se había quedado preocupada, entonces la tranquilicé:
―Ma,
dejala. No está tan frío, vamos a dormir ―dije.
―Bueno,
vamos ahora que estoy mejor ―contestó ella.
Camila Tolmer 2D
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