Yo soy
Florencia Miscouski, hija única del doctor Miguel Ángel Miscouski y
la señora Laura Cardeilhac. Todos los veranos de mi niñez
acostumbrábamos a salir de vacaciones a San Carlos de Bariloche y
nos hospedábamos en el hotel Llao Llao.
Años
después elegí volver a aquel lugar para recordar a mis padres que
ya no estaban. Al llegar al majestuoso hotel, me embargó la
nostalgia y decidí caminar hasta la orilla del lago Nahuel Huapi
para visitar el lugar favorito de mi niñez. Encontré el viejo
tronco petrificado y recordé las horas que allí sentada pasaba
mirando el impactante paisaje.
Unas
lágrimas cayeron de mis ojos y la nostalgia se apoderó de mí, caí
de rodillas en la arena y lloré desconsoladamente como una niña de
diez años. ¡Cuánta soledad, cuanto dolor!
Mientras
daba rienda suelta a mis emociones sentí que una caricia en mi
cabeza interrumpía ese momento. Volteé para ver quién era y me
encontré con una joven niña de ojos pardos que me dijo:
―¡No
llores! ¡Todo va a estar bien!
―¡Gracias!
¿Quién eres? ―pregunté.
―Yo
soy Florcita, todos los veranos venimos a vacacionar con mis padres y
este es mi lugar favorito.
Sequé
mis lágrimas y pude ver nítidamente su rostro, mi rostro, ¡yo era
aquella niña!
Le
expliqué quién era yo y un poco dubitativa me pidió que le contara
qué había pasado en el transcurso de los años vividos hasta el
presente. Nos sentamos una junto a la otra, tomadas de la mano. Al
terminar mi relato, ella comenzó a saltar y a bailar, mientras
gritaba:
―¡Soy una niña feliz porque logré ser una gran mujer!
Anochecía
a orillas del gran lago y en la penumbra vi desaparecer la figura de
aquella entusiasta niña. Me reconforta saber que había cumplido las
expectativas de la pequeña Florcita.
Florencia
Birollo. Tercero C.
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