miércoles, 2 de noviembre de 2016

La estancia embrujada.


Recuerdo ese día en la que la familia Flores vino de vacaciones a la estancia. Esa estancia, en la entrada, tenía un cartel que decía “Santa María” y un camino de piedra que llegaba hasta la cabaña. Todo era hermoso, un lugar donde todos querían ir a descansar. Pero lo que no se veía, lo que la belleza de la cabaña no decía, era que por las noches era una estancia embrujada.
Una noche la familia Flores descansaba y unos ruidos extraños empezaron a interrumpir sus sueños. Delfina, la más grande de las hermanas, se levantó para tomar agua y de repente la puerta se cerró.
Al día siguiente ella permaneció bien y por la tarde salió a dar un paseo por el bosque. Al regresar encontró una cabaña abandonada que estaba en malas condiciones. Yo la vi entrar, estaba por avisarle que no lo hiciera, pero ya era tarde. Me asome a la ventana y la vi: tomó un libro que estaba embrujado y al leerlo despertó un ser maligno que no paraba de molestar a la familia.
Pasaban y pasaban los días y las cosas empeoraban hasta que a las semanas ellos volvieron a su lugar natal. Pero el espíritu maligno no paraba de molestar, hasta que decidieron ir en busca de un cura que venía con un exorcista que sabía cómo sacar los espíritus.
Por fin la familia Flores pudo vivir tranquila. Todo volvió a la normalidad y pudieron vivir felices como lo eran antes de conocer a “Santa María”.
Violeta Alvarez Y Priscila Porcel. Tercero C.

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