Mi nombre es Milena Gauna y desde que nací me encerraron en una
casa, pero nunca entendí por qué. Vivía sola, pero me había
criado un hombre al que le decían “mudo” porque casi no hablaba.
Pasaban los días, los meses y no podía comprender por qué me
habían dejado en esa casa.
Un día llegó la bruja Esmeralda y me dio el diario de los 16 años,
era el libro de los hechizos. En ese momento comprendí que siendo
pequeña me habían hechizado. El diario decía que tenía que
cumplir los 16 años para que un príncipe llegara a buscarme y me
diera el beso del verdadero amor, de esa manera podría salir de la
casa. Pero había una restricción: él tendría que entrar a la
casa, yo no podía salir de ella. Me había emocionado tanto con esta
noticia… Al fin iba a poder salir de la casa, solo faltaban dos
días para cumplir 16 años.
Al llegar la noche Julián, el príncipe del pueblo de San Luis,
había llegado a la casa. Me asomé por la ventana de la habitación
y vi que cuando el príncipe iba entrando apareció el mudo, le tiró
una hoja verde del árbol más duro que encontró y le advirtió:
―Tienes que luchar con ella por 12 horas para poder llegar a la
princesa.
Desde mi ventana veía que él estaba luchando con la hoja en sus
ojos, tratando de arrancarla de su cara. Lo esperaba ansiosa. Después
de luchar contra la hoja por horas, logró quitársela. Antes de que
el príncipe llegara a mí, yo ya había salido de la casa. Estaba
tan emocionada por tener que darle el beso que salí de la casa
antes de que él entrara. Sin embargo, no pasó nada de lo que el
diario había anunciado.
Recordé que el diario decía que recién al anochecer se cumpliría
el hechizo que la bruja Esmeralda les había realizado a mis padres
antes de que naciera. Pasaban las horas mientras el príncipe me
mostraba el pueblo en donde él vivía. Yo no paraba de pensar en lo
que había leído en el diario. Finalmente, al anochecer, me convertí
en una lagartija de todos colores. Yo sentía que me iba haciendo
cada vez más pequeña y veía a las personas desde muy bajito.
Escuché que Julián gritaba: “¡una lagartija!” y tiraba
escobazos, pero no lograba pegarme. Allí había comprendido todo: el
hechizo era de verdad.
Gauna Milena y Liria Axel. Tercero
C.
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