lunes, 14 de noviembre de 2016

La peor caída.



               
Un Sábado de verano, porque los domingos solíamos quedarnos en casa, con mis hermanos fuimos a la plaza de Las Aldeas, un complejo de viviendas que quedaba en el mismo barrio en el que vivíamos.
                Nos encontrábamos jugando en las hamacas con mis hermanas, Giuliana y Gina, y mis amigas, Desiré y Julieta. En ese momento mi mamá se acercó para llamarnos y yo corrí hacia ella, cruzándome por delante de la hamaca en donde se encontraba unas de mis hermanas.
De pronto escuché que gritaban: “¡No te cruces que te puedo golpear!” Y ¡Plum!, la hamaca me dio en un costado. Allí me encontraba yo, tirada en el suelo con la pera sangrando, un moretón en el costado derecho y la cara llena de lágrimas.
                Mi mamá corrió hacía mí, me tomó entre sus brazos y me llevó al médico. Cuando llegamos al hospital el doctor me desinfectó las heridas y me puso una gasa. Además, me dio unos antinflamatorios por si me llegaba a doler cuando volviese a mi casa. Yo sorprendida le pregunté:
                ¿Me tiene que coser , doctor?
Y el con una sonrisa dijo:
                No, nena, no te coseremos.
                ¡Ah! Porque le tengo miedo a las agujas.
                Yo de niño también les temía, pero luego el temor desapareció.
                ―Ojalá mi miedo desaparezca ―contesté yo.
                Mamá entró y me llevó a casa.
                Esa noche fue muy dura porque no pude dormir bien, pero los días siguientes dormí como un ángel y mi mamá dijo que todo ya había pasado.
 
Lourdes  Amorelli 2D

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