sábado, 25 de junio de 2016

La rosa.

La rosa.

En el interior de la actual provincia de Misiones, en Argentina, después de la llegada de los españoles, vivía la tribu de los guaraníes. En esa tribu vivía una joven a la cual llamaron Anahí. La chica era muy delgada, pelo muy negro y le gustaba mucho ir a la tarde a recostarse en la hermosa flora de su tierra.
Ella se tardaba todos los días una hora haciéndose un bello peinado que parecía una flor con forma de rosa. Amaru, su padre, soñaba que ella se casara, entonces buscó un hombre para ella.
Una tarde que la sorprendió recostada le dijo:
-Flor de mi vida, yo te he traído aquí un hermoso hombre con el cual te casarás.
-Pero, papá, yo no quiero casarme, quiero vivir mi vida tranquila, como hacen las flores que siempre están en el mismo lugar y no tienen obligaciones ni compromisos –dijo Anahí
-No me importa lo que digas, es más, mañana mismo será la boda. Aparte mirá este apuesto hombre de la tribu wichis –dijo el padre.
Ella se quedó con el prometido Tupaq y allí tuvieron una pequeña conversación:
-Buenas tardes, quería decirte que conmigo vivirás una buena vida. Ojalá puedas acostumbrarte a mi vida. Yo haré todo por ti -dijo Tupaq.
Al otro día fue la boda. ¡Fue hermosa! Pero como todos los días, Anahí fue a recostarse. Ese día un bicho la picó. Una amiga la encontró y de inmediato la llevaron a una bruja del pueblo. Ella dijo que le quedaban pocos días de vida.
Al pasar los días, todos los del pueblo la llenaban de besos y abrazos. También su piel se ponía cada vez más verde. Ella no veía las horas de irse a recostar al pasto. El último día de vida, pidió a su padre que la llevara como fuera al pasto. La llevaron y ahí ella murió. Se fue haciendo más chiquita y enterrándose se hizo una bella, bella flor. Su pelo se puso rojo y su cuerpo más verde de lo que era, pues allí nació una hermosa rosa.
Julieta Carrizo, 1° B

Luchar por un verdadero amor
Hace muchísimos años, en la región que hoy lleva el nombre de Córdoba, vivían una bella doncella de nombre Eugenia y un joven guerrero llamado Darío. Ambos se amaban y pensaban casarse en primavera cuando en el cielo brillara la luna llena.
El día del casamiento Tupá, el jefe de la tribu, vio a Eugenia mientras ella recogía flores blancas para adornar su vestido. Quedó deslumbrado por su belleza y quiso que la doncella fuera su esposa.
Ordenó, entonces, que el joven guerrero marchara con su ejército a atacar una tribu vecina. Darío, al conocer las verdaderas intenciones del jefe, desobedeció y en vez de ir a la batalla, buscó a su amada y huyeron juntos. Perseguidos por los miembros de la tribu, corrieron por mucho tiempo, hasta que ella se desmayó por el cansancio. Darío rogó a Yaguatí que evitara de alguna forma que se llevaran a su amada y que les permitiera estar juntos eternamente.
Cuando los perseguidores llegaron a ese lugar, se sorprendieron al ver que no había más rastros de los fugitivos y al encontrar en el camino una estatua de piedra que representaba a un joven guerrero abrazando a una bella doncella.
En la primavera, en las noches de luna llena, brotan hermosas flores blancas alrededor de la estatua.
Milagros Lencina, 1° B

No hay comentarios:

Publicar un comentario