sábado, 25 de junio de 2016

Kacui y sus hermanos.

Kacui y sus hermanos.

Dicen que hace muchos años en el medio del bosque vivían cinco hermanos. Cintia de nueve años, Ana de doce, Kevin de catorce, Emanuel de quince y Kacui, que era el mayor, tenía diecisiete años.
Kacui era muy trabajador, todos los días se levantaba a las seis de la mañana junto con sus dos hermanos. Las chicas se quedaban a limpiar la casa. Pero sólo Cintia era la trabajadora. Ana dormía todo el día, luego pasaba sus tardes sentada mirando el campo verde y el cielo azul.
Cuando los chicos volvían a su casa, cansados, sucios por levantar muchas piedras y construir chozas, ya que si hacían las cosas mal los azotaban, las hermanas tenían que tener la comida lista. Pero Ana era tan torpe que una vez les quiso servir la sopa y se la tiró encima.
Los chicos le pedían que colaborara en la casa, que ayudara a su hermana menor, pero la niña se enojaba y corría al campo a llorar.
Kacui, todos los días después de cenar, iba a las orillas del río Paraná, pidiéndoles a los dioses por su hermana rebelde. Al cabo de unos meses, nada cambió.
Kevin y Emanuel también pedían por sus vidas. Querían que los dioses los convirtieran en animales o plantas porque estaban cansados de los trabajos duros que los soldados les daban.
Un día, el dios celestial escuchó sus deseos y los convirtió a los tres varones en tortugas gigantes para que descansaran y no sufrieran más castigos. A Cintia la convirtió en un árbol grande, hermoso y coposo que en primavera daba frutos muy ricos y en abundancia, pero a su hermana Ana la convirtió en un árbol débil y pequeño que siempre caía. Nunca dio frutos y ni siquiera pájaros se paraban en él.
Ese fue el castigo que los dioses le dieron por ser tan mala hermana con su familia.
Franco Villalba, 1° A

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