La
leyenda del sol.
Hace
muchos años antes de Cristo, en un desierto de Argentina vivían
aborígenes comechingones. Había un jefe de la tribu nómade que se
llamaba Guachormay y le gustaba una chica muy bella. Era trigueña y
con un pelo muy largo de color negro. Él se enamoró perdidamente de
ella y dejó de cazar sólo para adorarla, pero el dios de la cacería
se enojó y lo convirtió en un oso que hacía daño.
Guachormay
no pudo hablar con la hermosa chica y se puso triste. En el medio del
bosque empezó a romper todo lo que había a su paso hasta que se
encontró con la bella muchacha y no la lastimó. Le dijo con una
grave voz: “Hola” y ella le respondió: “No me hagas daño, por
favor.” Guachormay se puso triste y salió huyendo hacia un
precipicio para tirarse pero justo llegaron unos cazadores y lo
enredaron con hojas de árboles y con cueros.
Lo
llevaron a la tribu nómade para comerlo y el oso se escapó rápido.
Huyó rápido hacia el bosque rezando para que le devolvieran su
cuerpo porque no quería estar en otro cuerpo.
Esas
noches eran muy frías igual que los días pero como Guachormay era
un oso no tenía frío. Rezaba todas las semanas para ser humano de
vuelta pero el dios de la cacería no quería hasta que un día le
dijo: “No voy a poder regresarte tu cuerpo pero sí convertirte en
sol, el más brillante de todos para que tu amada no tenga frío y te
agradezca.” Guachormay dijo: “Está bien pero hazlo ahora”.
Después
de unas horas, Guachormay se convirtió en el dios sol y la tribu le
agradeció con bailes, cantos y ofrendas, pero la más agradecida fue
la muchacha.
Así
Guachormay se puso muy feliz y vivió bien por el resto de su vida
como dios sol.
Joaquín
Andrada, 1° B
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