Jacinto y su miel.
Hace muchos años, en
Córdoba, vivía un señor llamado Jacinto.
Un día llegó un hombre
de Estados Unidos que le dio de probar un poco de miel. Jacinto quedó
fascinado con la miel que había probado. Ellos hicieron un pacto que
consistía en que los dos viajarían por el mundo dándole de probar
a la gente pobre un poco de miel.
El viaje comenzó por
Uruguay, luego por Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador,
Colombia, Venezuela, hasta llegar a Groenlandia.
Al terminar su
recorrido, dos empresarios de golosinas quisieron comprarle su receta
pero con la condición de que ellos dejaran de fabricarla. Ellos sin
pensarlo, les dijeron que no porque si no podían fabricarla no
podrían regalarla a los pobres. Los empresarios enfurecidos les
dijeron que se iban a arrepentir de no venderles su receta.
Unos días después,
Jacinto iba caminando tranquilo hasta que aparecieron tres hombres en
un auto y lo secuestraron. Lo llevaron a un galpón y cuando entró
se encontró con los dos empresarios que querían comprar su miel.
Uno le preguntó:
-¿Me vendés tu miel?
–pero Jacinto enfurecido respondió:
-¡No! Nunca voy a vender
mi miel.
Como Jacinto no quiso
aceptar la propuesta, los empresarios lo encerraron en una pieza por
meses sin comida ni agua. Un día cuando entraron no encontraron a
Jacinto, pero hallaron un pequeño insecto amarillo con rayas negras
que tenía dos pequeñas alas que le permitían volar y un aguijón.
Ese mismo día, el
pequeño insecto se comió la miel que había dejado preparada un día
antes de que lo secuestraran. Al ver que no había más miel, el
bichito buscó la forma de hacer su propia miel.
Desde ese día se le dio
el nombre de “abeja” que era el apellido de Jacinto.
Pablo Aguilar, 1° A
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