La olla
de oro.
Una
familia se mudó a una granja. Un día la madre salió a trabajar y
sus hijos quedaron en casa. Los niños empezaron a escuchar ruidos
extraños. La hija mayor empezó a buscar de dónde venían esos
ruidos. En una esquina del establo de la granja brillaba algo. Eran
monedas de oro en una olla. La niña esperó a que su mamá llegara y
le contó lo que había encontrado. Su mamá ni dudó en buscarlo.
Con eso pagarían sus cuentas. Pero cuando fueron al establo, el oro
había desaparecido del lugar. Entonces la mujer le comentó a un
anciano lo sucedido y el hombre le dijo que ese oro era vigilado y
custodiado por sus antiguos dueños para que nadie lo quisiera robar.
Se decía que era para enseñar que “nadie puede tomar lo que no es
suyo”.
La mujer
siguió intentando tomar esa olla de oro, pero nunca pudo. Mientras
tanto ella iba perdiendo cosas como su trabajo. Eran castigos de los
que cuidaban el tesoro.
Después
de tanto que perdió esta mujer, entendió que no debía tomar lo que
no era suyo. Tenía que trabajar y seguir luchando para tener lo que
ella quería.
Tomás
Bustos, 1° B
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