Una noche, cerca de las 2 estaba
acostada escuchando música. Mi mamá estaba en su pieza con mis hermanas y su
marido.
Pasaron unos minutos cuando
sentí que en el patio de nuestra casa alguien corría. En ese momento me levanté
muy rápido y le avisé a mi mamá, Nancy. Ella llamó a su marido y se levantaron
los dos a mirar por la ventana. Mi mamá me dijo:
―Llamá a la policía, Cecia.
―No tengo el número ― le respondí.
―Bueno, llamá acá al posta de
Lourdes, van a venir rápido.
―Bueno, ahora llamo.
Llamé y en unos minutos llegaron los policías,
que pasaron al patio alumbrando con una linterna. Salí a hablar con ellos,
preguntaron sí había visto algo o reconocido a alguien, pero mi respuesta fue
negativa. Me dijeron que volviera a llamar si escuchaba algún movimiento raro.
Cuando entré, mi mamá me
preguntó qué habían dicho y le dije que nos habían pedido que cualquier cosa
volviéramos a llamar.
Al otro día una vecina vino a mi
casa, golpeó las manos y le preguntó a mi mamá si nos habían sacado algo. Mi
mama conversó con ella:
―No, no vimos nada. Justo
estábamos viendo si nos faltaba algo.
―Mi marido vio que por arriba de
la tapia sacaron una carretilla ―comentó la vecina.
― ¿Ah, sí? No me había dado cuenta de que faltaba la
carretilla que era de mi papá.
― Ya no se puede vivir en paz,
no hay que dejar nada afuera.
―No, ya no se puede vivir tranquilo, muchas
gracias por avisar.
― De nada, Nancy. Suerte,
cuídense.
―Gracias, señora, ustedes
también cuídense.
Mi vecina se fue a su casa y yo me fui al
colegio pensando que todo lo que había sucedido aquella noche había sido muy
extraño.
Cecia
Dana González 2D