Hace
mucho tiempo, cuando tenía seis años, mi familia y yo nos fuimos al centro
comercial a comprar ropa. No quería nada, sólo ir a los juegos.
Cuando llegamos estaba aburrido
porque no quería comprar ropa. Mi mamá se dio cuenta y me dijo:
—¿Por
qué estás triste?
—Porque
quiero jugar.
—Bueno,
cuando terminemos nos vamos a los juegos.
Me sentí tan feliz que esperé
todo el tiempo y más tarde mi mamá me dijo: “ya que terminamos, vamos a los
juegos”.
Estábamos
por llegar y sentí ganas de ir al baño. Decidí ir sin decirle a nadie y cuando volví ya no los
encontré. Estaba a punto de llorar, no porque no había nadie, sino porque no pude
ir a jugar. Me quedé sentado casi 15 minutos en el mismo lugar, hasta que una
empleada me preguntó:
—¿Te perdiste?
—Sí —le dije
llorando.
—Vení, te ayudo a encontrarlos.
Entonces me llevó a la seguridad del shopping.
Cuando llegué me hicieron preguntas para ayudarme, después con el micrófono
llamaron a mis padres y ellos llegaron al instante. Estaba feliz y finalmente
pude ir a los juegos.
Giovany Marulanda 2D