El día 25 de
febrero del año 2011, una tarde en la ciudad de Córdoba, Lázaro, mi primo, cumplió años. Sus papás decidieron realizarle
una fiesta en su casa que está ubicada en el barrio de 16 de noviembre. Estela,
mi madre, con Luz, mi hermana menor, le compraron un regalo y nos fuimos a
compartir su gran día.
Cuando llegamos
sucedió un hecho muy gracioso, pero en ese momento no me pareció tan divertido.
Había ido con un vestido muy encantador, blanco con flores rosas, me sentía
como una princesita. Pensé que yo iba a ser la única vestida de esa forma.
Sucedió que fue mi
desilusión cuando en la fiesta me encontré una niña que tenía exactamente mi
mismo vestido. Yo la miré y ella me miró, nos sentíamos muy incómodas, entonces
empezamos a andar en distintos lugares para no estar juntas. Pensamos que la
gente se nos iba a reír.
Mi mamá siempre me
acompañó y en ese momento me habló para aconsejarme porque se dio cuenta de la
situación que se estaba dando, que yo no la estaba pasando bien.
—Hija, disfruta el cumpleaños.
—Pero, ma, ella
tiene mi mismo vestido.
—Vos, hija, sos
única como lo es ella.
—Bueno, gracias,
mami, te amo.
La empecé a buscar
hasta que la encontré. Le hablé y le dije que nos podíamos hacer pasar por
mellizas por un día. Por eso dijimos a todos lo que habíamos acordado y la
empezamos a pasar genial.