DDHH
Derechos
violados:
Autora:
Romero
Florencia.
Cuento:
Fábrica
de la India
En
un recóndito lugar de la India, donde nadie pensaba en las
consecuencias de la contaminación, había una pequeña familia.
Estaba conformada por Odín, Caila y su mamá. Vivían en una casa
muy humilde, al lado de una fábrica textil en donde la madre
trabajaba todo el día para poder darles una buena alimentación a
sus mellizos de ocho años.
Los
mellizos tenían su rutina, se despertaban y acomodaban la casa
rápido para poder jugar hasta las 15 hs, cuando volvía su mamá del
trabajo. Acomodaban toda la casa siguiendo la única regla de la
mamá: “NO ABRIR LA VENTANAS”, así el humo de la fábrica no
entraba. Cuando terminaban de acomodar toda la casa, se sentaban al
frente de la ventana de la cocina, que era por la única que se podía
ver a la calle. Imaginaban cómo era el mundo exterior. Ellos
anhelaban poder salir afuera, a veces unían las sillas e imaginaban
que eran los carros de verduras que veían pasar por el frente de su
casa.
Una
tarde Caila vio un pajarito que volaba hacia la nube de humo, ella
estaba concentrada pensando en qué le iba a pasar al pajarito cuando
llegara a tocarlo.
—
¡Ya lo toca!- gritaba Caila muy exaltada.
—
¿Qué pasa?- Preguntó Odín, que iba
corriendo a la ventana y empezó a seguir la mirada de su hermana sin
lograr encontrar lo que ella estaba viendo —¿Qué ves?
—
¡El pajarito! – alterada y saltando lo
señalaba.
Cuando
el pajarito llegó a la nube de humo comenzó a tambalearse
descontroladamente. Caila, sin pensar ni por un segundo en su salud,
ni en obedecer a su madre, fue corriendo a rescatar al pobre pajarito
lastimado, lo tomó entre sus manos y entró a su casa lo más rápido
que pudo.
—
¿Está muerto?- le preguntaba Caila a su
hermano con lágrimas en sus ojos.
—
Solo está muy lastimado
—
Es muy lindo, no quiero que muera.
—
¡Sí, es hermoso! Pero no quiero tocarlo,
no me quiero enfermar. No lo tendrías que haber traído, mamá te
va a retar.
—
No lo puedo dejar así, lo voy a cuidar
hasta que se mejore.
—
Bueno, pero no me lo acerques.
De
pronto entró la madre, que volvía de trabajar, y les traía una
noticia a sus hijos. Caila fue corriendo a su pieza y escondió al
pajarito en su armario.
—
Cerraron la fábrica- le dijo la madre a
Odín con lágrimas en sus ojos.
Llegó
Caila y su mamá los abrazó muy fuerte.
—
Dijeron que la fábrica emanaba grases muy
tóxicos y nocivos para la salud que también dañaban la capa de
ozono… Bueno, no importa, voy a hacer todo lo posible para que
todos los días tengan un plato de comida en la mesa, me cueste lo
que me cueste- soltó a los mellizos y secó sus lágrimas.
Llegó
la hora de comer y la mamá llamó a los chicos para cenar. Caila
corrió a la mesa, Odín se lavó las manos y se sentó a la mesa.
Mientras comían Caila tenía una tos muy fuerte, la madre preocupada
le preparo un té para calmar la tos. Odín pensaba en el pajarito y
en la salud de su hermana. Tenía una idea, tenía que deshacerse del
ave pero tenía que pensar en cómo hacerlo.
Los
mellizos se acostaron a dormir y a la mañana siguiente Odín se
levantó de la cama y empezó a jugar con sus “carros de verduras”.
La mamá lo vio y empezó a jugar con él, jugaron toda la mañana y
Caila no despertaba. Cuando llegó la hora de almorzar, la madre fue
a buscarla y notó que tenía todo su cuerpo frío. La madre la
destapó y encontró una pequeña ave muerta entre las manos de su
hija. Rápido fue a decirle a Odín lo que había visto entre las
manos de Caila, entonces él le contó todo lo que había pasado.
—
Era verdad, culpa de la fábrica podían
llegar a morir personas, yo nunca lo creí pero siempre cuidé de que
no salieran.
—
¿O sea que también han muerto más
personas? – preguntó Odín.
—
El hombre que cerró la fábrica dijo que
culpa de mi fábrica y otras 99 que cerraron, mueren 9000 personal al
año. Cada 100 fábricas, 9000 muertes.
—
Mami, ¿cuántas son 9000 personas?
—
La tribu que vive lejos de la ciudad ¿te
acordás? Esas personas de carapintada, que tienen los mismos colores
en sus vestimentas.
—
Sí, mami, ¿su tribu es de más de 9000
personas?
—
Sí, hijito, imaginate si ellos no pasaran
más por el frente de nuestra casa, la calle estaría muy vacía. Si
todos ellos desaparecieran sería igual a las 9000 personas que
mueren por año.