Análisis
“Hombres necios”, de Sor Juana Inés de la Cruz
REDONDILLAS,
esta justificando el por qué existen mujeres que engañan, y al
mismo tiempo explica quien es realmente el que tiene la culpa de que
hayan ciertas damas con tal comportamiento.
En sus líneas expresa
con ciertas palabras sutiles que si una mujer tiene un comportamiento
serio, es ingrata y si es todo lo contario es liviana, es decir
fácil.
Entonces ella manipula el contenido describiendo los
defectos que los hombres tienen, porque ellos mismos dan la pauta,
tienen un pensamiento equivocado de las mujeres, afirmando que tienen
que aceptarnos tal como somos, sin juzgarnos, solamente querernos
mucho.
Las ideas que defiende es que la mujer es pura, inocente,
con sentimientos morales que le han inculcado desde su niñez, y que
actúa siempre pensando con la cabeza y no con el corazón, sin
embargo el hombre viene le dice o le endulza el oído con palabras
bonitas y la convence para que acepte esa relación que finalmente le
traerá malas consecuencias. Con el tiempo se le va a criticar por
haber aceptado y se le va a señalar de fácil y de ser una mujer sin
escrúpulos, mientras que el hombre no tiene nada que perder, al
contrario solamente que ganar.
Es por eso que ella como mujer
defiende a su sexo, porque tiene razones y argumentos que afirman que
la culpa no es nuestra, y ataca la actitud de los hombres: egoista,
infiel, mentiroso, porque son los que tiran la piedra y esconden la
mano.
El amoroso tormento que presenta la voz poética en la
primera estrofa es erótico, pues habla de que la mujer es acusada
por el hombre sin ellos darse cuenta de que ellos mismos han causado
los pecados de la mujer. La autora lo escribe en un tono molesto y se
entiende como que el hombre no cae en cuenta de que las acusaciones a
la mujer por parte de ellos son, muchas veces, absurdas ya que la
mayoría ellos las provocan.
El amoroso tormento de la voz
poética es que ella reclama al hombre que acusan a la mujer sin
darse cuenta que ellos mismos han causado los pecados de la mujer ya
que, la mayoría de las veces, ellos piden el amor de la mujer y esta
lo rechaza por que no es amor sentimental, si no, carnal. Ellos
quieren que sean puras, pero las llevan a la impureza. Después de
tanto insistir, y ellas acceden, se comportan como santos y culpan a
la mujer de rapidita y deshonesta. La autora hace una comparación
entre el comportamiento del hombre y el niño y también reprime que
el hombre para pasar el rato, buscan a una rapidita (Thais), pero,
para casarse buscan a la buena y pura (Lucrecia).Los hombres reclaman
que la mujer debe ser como un espejo, virtuosa y virgen, pero este
ensucia el espejo de la mujer cuando la hace pecar, el hombre se
queja si la mujer lo rechaza, pero también se burla de ella si
tienen relaciones. La que mas cuida su honor es ingrata y si se
entrega al hombre es liviana. La autora hace énfasis en que el
hombre se queje todo lo que quiera pero es mejor ser pura, entiende
que la insistencia del hombre hace que la mujer peque y luego de
tener sexo con ellas ya no son buenas.
El mérito excepcional
de sor Juana consiste en hacer del arte una expresión de su ser y de
la relación que establece con el mundo en que vive; para ello se
auxilia de la poesía comúnmente llamada lírica en su sentido más
estricto, asociando la expresión de lo personal a la tendencia
filosófica o a la expresión satírica.
Sor Juana Inés
tiende a fundir lo intelectual con lo emotivo, matizando conceptos
de: inquietud, ansiedad, incertidumbre, placeres y amarguras con la
necesidad de conocimientos.
Sor
Juana Inés de la Cruz escribe redondillas junto a otras formas de
poesía como sonetos, romances, décimas y liras, endechas, glosas,
quintillas, ovillejos amorosos, religiosos, filosóficos y satíricos,
numerosos romances y villancicos.
Hombres necios que
acusáis... es una redondilla que está compuesta por diecisiete
estrofas de cuatro versos octosílabos cada una. La rima es asonante
dispuesta del siguiente modo: ABBA. El tema del poema es la crítica
a la actitud del hombre frente a la mujer. Los hombres rechazan a las
mujeres que comenten pecado carnal tanto como las que muestran una
actitud casta al entregarse al acto sexual.
Sor
Juana acusa al hombre de ser partícipe y causa de los pecados
femeninos desde la primera estrofa. En una pregunta que encierra el
tema de la redondilla exclama el yo poético: “¿por qué
quereis que obren bien si las incitáis al mal?”#.
Como
expresión barroca, es necesario aclarar que durante este periodo la
literatura sintetizó su producción en dos corrientes: el
culteranismo y el conceptismo. Sor Juana Inés de la Cruz permite
analizar en su obra las características de las dos corrientes. La
Real Academia Española, en su Diccionario, dice que el
culteranismo "consiste en no expresar con naturalidad y
sencillez los conceptos, sino falsa y amaneradamente por medio de
voces peregrinas, giros rebuscados y violentos y estilo oscuro y
afectado". La corriente tiene características especiales sobre
el uso del lenguaje: El léxico se renueva, el vocabulario se
enriquece por la introducción de innumerables términos no usados
hasta entonces. Tales términos son tomados del latín
principalmente. En la redondilla analizada de Sor Juana , por
ejemplo, introduce la palabra denuedo# en la estrofa cuarta
que habla de la valentía del hombre que parece loco al tentar a la
mujer y luego levantar quejas sobre lo que ella se atreve a hacer.
Esto último es expresado a través de una metáfora en los dos
últimos versos: “Parecer quiere el denuedo
de
vuestro parecer loco
el
niño que pone el coco
y
luego le tiene miedo”.
Las
alusiones mitológicas son recurrentes. Con el renacimiento, dioses,
ninfas, héroes, y toda clase de personajes del mundo grecolatino
invaden la lírica y estas expresiones continúan vivas durante el
barroco. En Sor Juana, dos son los personajes del mundo griego y
romano que, aunque son humanas, representan la cosmovisión de estos
pueblos: Thais y Lucrecia. La primera representa el pecado, la
tentación de la carne y el libertinaje que se vive durante las
fiestas y banquetes. La segunda, representa la castidad, la bondad,
la hermosura y el recato.
Para
pretender, los hombres pretenden a mujeres como Thais, pero a la hora
del compromiso, una mujer como Lucrecia es lo que eligen. Sor Juana
manifiesta su disconformidad con estas actitudes al reiterar la
palabra “necios” para llamar a los hombres:
“Queréis,
con presunción necia,
y
en la posesión, Lucrecia”.
La
metáfora es muy utilizada. Los culteranos se refieren a la poesía
estrictamente literaria, que consiste en trasladar un término de su
primera y más directa significación a otra que no es suya propia.
En el ejemplo que a continuación se ofrece, el espejo es símbolo de
la virtud de la mujer: su virginidad:
“¿Qué
humor puede ser más raro
que
el que, falto de consejo,
él
mismo empaña el espejo,
y
siente que no esté claro?”
desde
la séptima estrofa y hasta la novena reitera que es igual la actitud
de los hombres ante mujeres que acceden al “favor” o demuestran
“desdén” y el yo poético se muestra quejumbroso del empeño
masculino es quejarse si se los trata mal o burlarse si se los quiere
bien. Así lo escribió Sor Juana:
quejándoos,
si os tratan mal,
burlándoos,
si os quieren bien.
Siempre
tan necios andáis
a
una culpáis por cruel
y a
otra por fácil culpáis.
¿Pues
como ha de estar templada
la
que vuestro amor pretende,
si
la que es ingrata, ofende,
y
la que es fácil, enfada?”
En
la décima estrofa el yo poético insiste en que la mujer que rechaza
ofende al hombre pero la que lo acepta es fácil. Los hombre se
enojan pero son los que hacen que la mujer sea “liviana”.
Con
esta adjetivación continua la siguiente estrofa:
Son
las mujeres livianas quienes causan enfado. Las que rechazan a los
hombres causan pena. Son ellos quienes se quejan pero es preferible
que la mujer rechace al hombre. Ellas son mejores si continúan
puras:
“Mas,
entre el enfado y pena
que
vuestro gusto refiere,
bien
haya la que no os quiere
Dan
vuestras amantes penas
y
después de hacerlas malas
las
queréis hallar muy buenas”.
En
la estrofa décimo segunda, el yo poético culpa al hombre por rogar
a la mujer que se entregue al sexo. Ella es la que cae rogada en una
pasión errada ante el que ruega de caído.
“¿Cuál
mayor culpa ha tenido
o
el que ruega de caído?”
Esta
pregunta se intensifica en los siguientes ocho versos. Es retórica,
pretende culpar al hombre por los pecados cometidos:
“¿O
cuál es más de culpar,
aunque
cualquiera mal haga:
o
el que paga por pecar?”
Pues
¿para qué os espantáis
Queredlas
cual las hacéis
o
hacedlas cual las buscáis”.
Se
solicita que el hombre sea quien deje de pedir “favores” a las
mujeres para que pueda ser castigada con razón aquella que busque
amores y solicite a los hombres.
y
después, con más razón,
de
la que os fuere a rogar”.
El
hombre es pecador, y fundada es la opinión del yo poético que
afirma que la arrogancia lleva con promesas a juntar los pecados
(mencionados a través del diablo), el amor carnal (la carne) y las
banalidades (en el mundo).
“Bien
con muchas armas fundo
que
lidia vuestra arrogancia,
pues
en promesa e instancia
juntáis
diablo, carne y mundo”.
El
lirismo refleja el drama de su vida y su entorno social. El marco de
la poesía que hace es la sociedad colonial mexicana en que vive. Sus
figuras: damas, caballeros, letrados, estudiantes, pastores o indios,
generalmente aparecen envueltos en su fino lirismo sin perder en
ningún momento el significado y carácter social de la clase a la
que pertenecen. Esto se aprecia maravillosamente en su poesía
eminentemente romántica donde emplea modos de expresión de su
época, dándole tratamiento al amor de tres maneras diferentes: Como
íntima experiencia personal, como asunto de fino examen psicológico,
o como tema que propicia el juego de conceptos o puramente
satírico.
Esta variedad de formas de abordar el amor nos
descubre la diversidad de sus aptitudes poéticas, la multiplicidad
de su personalidad, de su inteligencia, de su espiritualidad vivaz e
ingeniosa que se complace en el análisis de conceptos y
observaciones psicológicas; así como en los ejercicios de la
argumentación.