Estábamos una vez en
primer grado con dos chicos, uno llamado Joaquín y otro Claudio. Nos
pusimos de acuerdo en jugar a la atrapadita y jugamos. Joaquín
estaba con sus cordones desatados, se tropezó, se le voló la
zapatilla y le pegó en la cabeza. Claudio y yo nos largamos a reír
a carcajadas y Joaquín le acusó a la seño. No podíamos parar de
reírnos en clase, hasta que nos mandaron nota.
Facundo Vélez de 1° B