martes, 25 de octubre de 2016

Un día de locos.




       
En un día como cualquiera mi familia y yo fuimos a las sierras  a la casa de mi abuela para visitarla. Ese día estaba con mis primos y les dije:
¿Vamos a dar una vuelta?
Dale, vamos respondieron.
Entonces fuimos, dimos un par de vueltas, visitamos  a esa enorme iguana. Después  nos volvimos a comer. Había que bajar una enorme y larga bajada y entonces salimos corriendo todos. Mis primos pasaron por debajo de un alambre de púa y yo hice lo mismo, pero cuando pasé me corté con el alambre. Después me senté en una silla, cuando vi que mi pierna estaba sangrando me asusté  y la llamé a mi mamá:
¡Ma! ¿Podés venir?
Sí, hija.
¿Qué te pasó?
Me corté con el alambre.
En ese momento mi mamá estaba como loca, entonces a gritos lo llamaba a mi papá:
¡ALBERTO,ALBERTO!
¿Qué pasó?
Natalia se cortó con el alambre, vamos a llevarla al médico.
Mi papá en ese momento manejó como loco y, mientras yo lloraba, mi mamá me consolaba.
Cuando llegamos nos atendieron  enseguida y estaba  acostada boca abajo  cuando  la doctora me dijo:
¿Cómo te llamas?
Naty.
Bueno, Naty, te voy a poner esta gasa con pervinox  para que no sangre  tanto y se te cure la herida, ¿sabés?
Directamente no miré la gasa, observé el agujón que tenía en sus manos y empecé a gritar como loca. Mi mamá  me sujetaba las piernas; una doctora, los brazos y la enfermera, la cabeza.
Al final, me pusieron  la gasa, después  la venda  y  me tranquilicé un poco. Después me fui a mi casa  y me dije a mí misma: “no me acerco más a un alambrado de púa”.

Natalia Zapata 2C

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