Un día por la
mañana decidí hablar con mis amigas Agustina y Valentina por nuestro grupo de
WhatsApp para preguntarles si querían que nos juntáramos a la noche para salir
a pavear y disfrutar del día.
—¡Hola, Vale! ¿Cómo
estás? ¿Qué hacemos esta noche?
—¡Hola, Sofi! Bien,
por suerte. No sé, vamos a dar una vuelta por el parque. Avisale a Agus.
—¡Me alegro! Bueno,
cuando estemos saliendo la pasamos a buscar.
Vale, Agus y yo íbamos a ir en mi auto por la ciudad. Cuando se hizo la
hora, nos organizamos bien y fuimos a buscar a Agus.
En el trayecto al
parque íbamos escuchando música a todo volumen y la policía notó algo raro, nos
frenó y nos pidió el carnet de conducir, pero no lo habíamos llevado. Entonces uno
de los policías nos dijo: “señoritas, les voy a pedir que se bajen”, nos hizo
una multa y nos llevó a la comisaría por no cumplir con los papeles necesarios
para conducir el auto.
Una vez que
estuvimos en la comisaría, unos policías entraron con un hombre lleno de sangre
gritando: "Yo no quise hacerlo". Nosotras
nos preguntábamos qué había pasado; los policías se metieron en nuestra
conversación y nos dijeron que el sujeto había matado a su esposa. Con miedo,
pedimos ir a otra celda más alejada, nos dijeron que sí y nos quedamos
tranquilas.
Ese mismo día a la noche, la mamá de Agus, que
era la menor de nosotras, llamó a la comisaría para que nos liberen. Una hora
después, vino la madre y nos retiró sin ningún cargo.
Cuando llegué a
casa me di cuenta de que lo que nos había pasado era grave y aprendí que no
debemos sacar el auto de un mayor sin permiso.
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