Un día, cuando estaba en el
colegio haciendo educación física, realizábamos un juego con mis compañeros: el
ladrón y el policía.
Mientras corríamos, sin querer me
tropecé y me caí de cara al piso, abriéndome la pera. Cuando me levanté me di
cuenta de que en ella tenía piedras pequeñas y caía mucha sangre; la herida
estaba infectada. La directora tuvo que comunicarse con mi mamá y el médico.
Al pasar diez minutos llegó la
ambulancia con los médicos de urgencia. Me revisaron y uno de ellos me empezó a
preguntar:
―¿Cómo te lastimaste? ¿Qué estabas haciendo?
―Estaba jugando con mis amigos y me tropecé –respondí.
―¿Te duele mucho?
―No, no me duele.
―¡Excelente! Ahora te voy a coser la pera para cerrar la
herida y te daré antibióticos.
Al pasar los días fui con mi mamá al hospital “Casa
Cuna” y ella dijo: “Me gusta la atención que te están brindando”. Yo le dije
que a mí también me gustaba. Nos atendieron, me quitaron los puntos y con el
pasar del tiempo se me cicatrizó.
A mi hermana y a mí nuestro padre
nos habló sobre el peligro de golpearse, para que tengamos más cuidado y
evitemos estos accidentes.
Celeste Nicole Reyna 2C
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