Esto
ocurrió una mañana de julio al comenzar mis vacaciones de invierno. Mi hermano
y yo viajamos a la casa de mis abuelos en la ciudad de Río Cuarto. Al llegar a
la terminal de ómnibus nuestro abuelo ya estaba allí esperándonos.
Hacía
más de dos años que no los veíamos y al bajar del colectivo corrimos los dos a
sus brazos. Él nos abrazó y nos dijo: “Mis ojos no pudieron cerrarse anoche
esperando este momento”. Subimos a su auto y partimos hacia su casa ubicada
lejos de la ciudad.
Cuando
estábamos llegando, a lo lejos veíamos a mi tío Raúl alimentando a una gran
cantidad de ovejas, el paisaje era maravilloso. Cuando bajamos del auto
nuestros ojos se llenaron de lágrimas. Nuestra abuela estaba amasando pan con
sus arrugadas manos, pero al vernos llegar inmediatamente abandonó su masa y
salió a nuestro encuentro con sus brazos abiertos, nos abrazó y nos dijo que
estaba muy feliz de vernos.
Durante
cinco días nos divertimos y escuchamos hermosas historias de nuestros padres.
Finalmente
llegó el día de regreso a casa, fue una despedida llena de lágrimas, abrazos y
besos.
Una
vez en el colectivo, al ver a mi hermano en silencio, le pregunté:
―¿Qué
te parecieron estas vacaciones?
―Increíbles
―me respondió y seguimos nuestro regreso a casa.
Facundo
Nahuel Ludueña 2C
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