El año pasado, el 13 de abril, mi tío
nos propuso ir al campo. Hacía una peña folclórica en la cual tocaban mis
primos que tienen un grupito. Homenajeaban a su abuelo, quien les había
enseñado a tocar.
Emprendimos
el viaje un sábado a las 8 de la mañana. Fuimos mi mamá, mi hermana, mi
padrastro y mi abuelo Julián, que nos llevó en su auto.
El
viaje fue largo y agotador, con destino a San José de las Salinas. Llegamos al
mediodía, hacía mucho calor. La peña se hacía en un galpón y nos organizamos
así: las mujeres preparaban la comida que se iba a vender, los hombres se
encargaron del sonido y escenario y nosotros, los niños, de acomodar mesas y
sillas.
Llegó
la hora indicada para empezar la fiesta. Había ido mucha gente, pero todos nos
organizamos para hacer algo y mi tío me preguntó:
―¿Sofí,
vos podés vender los números?
―Sí,
tío, ¿Y qué se rifa?
―Se
rifa una consumición a elegir.
―¿A
cuánto vendo el numerito?
―Vendelos
a $5.
Yo
me encargué de la venta de los números.
La
peña estuvo muy linda, mis primos tocaron, todo fue muy emocionante y yo vendí
muchos números. Al terminar todo, ordenamos mientras mis tíos contaban el
dinero que se había recaudado. No sé cuánto habrá sido, solo sé que fue una
buena cantidad.
Sofía Rodríguez 2C
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