martes, 25 de octubre de 2016

El patín en la cabeza.



Un sábado a la tarde con mi hermana, Celeste, fuimos a nuestra clase de patín en el predio al que va mí papá. Cuando llegamos nos cruzamos a mi profesora de patín, Paula, y nos dijo:
                ―¡Hola! ¿cómo están?
                ―¡Hola, profe! Estamos bien, gracias.
                ―Bueno, me alegro. Las espero a las 15:30 hs en la pista.
                ―¡Sí, dale!
                Así qué cuando se hizo la hora nosotras nos fuimos a la pista. Cuando terminamos de precalentar Paula nos dejó hacer un juego en patines, habíamos decidido jugar a la atrapadita.
                Mientras jugábamos, a Celeste la estaba por atrapar Juliana, nuestra compañera. Pero Celeste salió de la pista y no pudo frenar, entonces se cayó. Juliana la quería atrapar así que la siguió, pero se le trabó el freno. Como mi hermana todavía estaba ahí tirada le tuvo que pasar por arriba. Cuando Juliana pasó la otra pierna encima de Celeste ella se levantó justo en ese momento y Juliana le pegó con el patín en la cabeza. Fue muy rápido, ninguna de las dos se vio.
                Juliana no vio que mi hermana se estaba levantando y Celeste no vio que ella justo le pasaba por encima. Yo fui rápido a decirle a mi profe que Celeste se había golpeado fuerte en la cabeza. Paula lo llamó al médico y vino corriendo a verla, en ese momento él expreso: "Todo está bien, solo hay que ponerle hielo para desinflamar".
                Al ratito término la clase y fuimos a buscar a mis papás para que le pusieran el hielo. Llegamos, mi mamá vio a Celeste y preguntó:
                ―¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo eso?
                ―Estábamos jugando y le pegaron con el patín en la cabeza sin querer ―le expliqué a mamá.
                ―¿Pero cómo? ¿Cuándo?
                ―Hace un rato en la clase de patín.
                Después de explicarle a mi mamá lo que había pasado se tranquilizó un poco.
                Le dimos el hielo y Celeste dijo que estaba mejor, que se le había desinflamado un poco. Así que nos alegramos, cada vez se le notaba menos el golpe.
Florencia Barrera 2 C

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