Estaba reunido junto a mis amigos un
sábado por la noche, como era de costumbre ya, comiendo y bebiendo, hablando de
la vida.
Luego de varias rondas de tragos, se
nos acabó la bebida y no teníamos más opción que salir en busca de algún lugar
donde poder comprar. Caminamos y caminamos sin éxito, sin poder conseguir
nuestro tan anhelado alcohol.
Después de haber recorrido casi 18 cuadras,
cruzamos un grupo de jóvenes, al cual le comentamos nuestro problema
(esperanzados en encontrar un sitio donde abastecernos). Sin hablar y haciendo un
gesto señalando hacia un pasaje, uno de ellos nos indicó el camino. Muy alegres
nos dirigimos hacia allá y, luego de cruzar un estrecho pasaje, dimos con un
hombre de aspecto sombrío, como si estuviese de guardia. Nos acercamos a hablar
con él.
-¿Puedo comprar bebidas aquí?
-Sí.
-Gracias.
-Bebidas y algo más… -dijo susurrando,
casi riendo.
Al entrar fue tal nuestra sorpresa que
quedamos en shock. Era un prostíbulo, más conocido como un antro. Tras la
fatiga de haber transitado tanto, más el efecto del alcohol, decidimos
quedarnos.
Cuando la noche se encontraba en su
máximo esplendor ocurrió algo inesperado. Decenas de uniformados arremetían
contra el lugar en el que nos encontrábamos. Como era de esperar, terminamos en
la comisaría.
-¿Sabían que en este lugar de mala
muerte, hay trata de personas?
-No señor, es la primera vez que vamos.
-Argentina tiene treinta y cinco mil
trecientos sesenta y ocho víctimas a causa de la trata en el país, siendo uno
de los primeros en la lista (ocupa el puesto n° 4).
-Para que puedan darse cuenta, imaginen
que esas personas ocuparían más de la mitad del estadio M. Kempes -comentó otro policía.
Aprendimos la lección y nos dejaron ir
sin haber levantado cargos contra nosotros.
José Cardella
David Pian
Matías Piñero
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