jueves, 29 de septiembre de 2016

EL VALOR DE LAS PERSONAS QUE NOS RODEAN.



Me levanté sobre la hora, como cualquier otro día para ir a la facultad, cada vez con menos ganas.

Mis padres se molestaban por mi falta de interés y discutimos como siempre. Ya se me hacía tarde así que me cambie rápido y salí.

Fui hasta la parada, subí al colectivo y me senté en los asientos del fondo como de costumbre. Tres  paradas después se subió una señora, con un aspecto muy raro y a la vez se la veía triste. Ella avanzó y se sentó a mi lado.

De repente la mujer comenzó a llorar, fue un momento incómodo, pero me atreví a preguntarle lo que le sucedía. Me miró fijamente con sus ojos llenos de lágrimas y dijo:

— ¿Te imaginás  la cantidad de personas desaparecidas en la dictadura militar?

La miré con cara de susto y ella comenzó a subir la voz:

— ¿Te imaginás treinta mil personas desaparecidas? Es como si Jesús María dejara de existir y fuese un lugar desierto, ¿Te lo imaginás?

— No, no lo imagino- Respondí con voz muy baja.

—¿Te imaginás más de nueve mil hogares con familias dentro y que ya no estén más?

Comencé a llorar con solo imaginarlo. Me miró fijamente y dijo:

—¿Te imaginás que alguien que quieras mucho viviese allí y de un día para el otro ya no esté más? -Corrió la mirada y murmurando continuó- Nadie me puede devolver a mi padre ya, pero ojalá vos y todos los jóvenes de ahora los valoren siempre y no cuando ya no los tengan.

Se levantó y bajó rápido del colectivo. Me quedé pensando todo el viaje en que capaz no valoraba todo lo que tenía.

Desde ese día cambié por completo, iba cada vez con más motivación a la facultad y valoraba cada cosa que mis padres hacían por mí. Hasta el día de hoy sigo deseando encontrar de nuevo a esa mujer, solo para darle las gracias por hacerme ver la vida desde otro lugar.

 

Sofía Ceballos

Yamila Vidal

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