EL VALOR DE LAS PERSONAS QUE NOS RODEAN.
Me levanté sobre la hora,
como cualquier otro día para ir a la facultad, cada vez con menos ganas.
Mis padres se
molestaban por mi falta de interés y discutimos como siempre. Ya se me hacía
tarde así que me cambie rápido y salí.
Fui hasta la
parada, subí al colectivo y me senté en los asientos del fondo como de
costumbre. Tres paradas después se subió
una señora, con un aspecto muy raro y a la vez se la veía triste. Ella avanzó y
se sentó a mi lado.
De repente la
mujer comenzó a llorar, fue un momento incómodo, pero me atreví a preguntarle
lo que le sucedía. Me miró fijamente con sus ojos llenos de lágrimas y dijo:
— ¿Te
imaginás la cantidad de personas
desaparecidas en la dictadura militar?
La miré con
cara de susto y ella comenzó a subir la voz:
— ¿Te imaginás
treinta mil personas desaparecidas? Es como si Jesús María dejara de existir y
fuese un lugar desierto, ¿Te lo imaginás?
— No, no lo
imagino- Respondí con voz muy baja.
—¿Te imaginás
más de nueve mil hogares con familias dentro y que ya no estén más?
Comencé a
llorar con solo imaginarlo. Me miró fijamente y dijo:
—¿Te imaginás
que alguien que quieras mucho viviese allí y de un día para el otro ya no esté
más? -Corrió la mirada y murmurando continuó- Nadie me puede devolver a mi
padre ya, pero ojalá vos y todos los jóvenes de ahora los valoren siempre y no
cuando ya no los tengan.
Se levantó y
bajó rápido del colectivo. Me quedé pensando todo el viaje en que capaz no
valoraba todo lo que tenía.
Desde ese día
cambié por completo, iba cada vez con más motivación a la facultad y valoraba
cada cosa que mis padres hacían por mí. Hasta el día de hoy sigo deseando
encontrar de nuevo a esa mujer, solo para darle las gracias por hacerme ver la
vida desde otro lugar.
Sofía
Ceballos
Yamila
Vidal
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